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Recuerdo a Ignacio del Río

agosto 19, 2015

Ha muerto nuestro entrañable amigo Ignacio, el pintor de Burgos, prolífero y admirado por muchos convecinos. Con la alabanza e historia, que nos obliga su amistad y cariño, vuelvo a recordarle algunas vivencias que tuve la suerte de compartir en su vida; una vida que en algunos momentos era de libre albedrío y algo disoluta; como la describimos en el articulo, “La Bohemia de un Pintor”.

Debo recordar que cuando conocí a Ignacio en Burgos por el año 1967; mi vida económica era más lucida que la actual; por el efecto del cambio de residencia de Bilbao a Burgos. Venía con un bagaje diferencial del Bilbao industrial con el de Burgos militar, catedralicio e inter-campesino. Por tal situación pude conseguir alguna muestra colorista de su pintura, para equipar y adornar mi primera vivienda en Burgos.

Por esta causa, yo le deje un débito de 1.000 pesetas de mis pagos fraccionados. El me indicó que se lo enviara a Málaga a lista de correos, donde estaba su esposa. Ella lo recibió y me llamo para agradecer ese dinero; diciéndome que fue el maná y alivio para atender a sus niños; yo le dije que tal favor no era mío, sino fruto del trabajo de su esposo.

Tiempo más tarde, Ignacio volvió a Burgos y alejado de su familia, practicó una forma de vida más libertaria y muy sensual. De nuevo volví a conectar con él, para decirle que fuera a Sedano a pintar algún cuadro, donde los ocres de sus piedras en muros y  fachadas y el verdor de sus praderas, son inigualables. Esta invitación la agradeció, diciéndome que iría acompañado de una mujer joven norteamericana. Yo entonces reserve en la fonda de los Peñas, dos habitaciones para evitar rumores populacheros.

Después de esta odisea, Ignacio hizo una exposición en Bilbao, para lo cual yo le deje la llave de mi casa, para que pudiera guardar sus cuadros o la necesidad de pintar algún encargo. Lo hizo considerando su amistad con el mayor respeto y comportamiento.

Añadimos en este panegírico doloroso, un cuadro repetido en su vida. En el se demuestra que Ignacio también tenía un alma; un alma embargada por el desamor y sus impulsos eróticos, propios de su oficio y libertad de movimientos. Pero también el amor se descubría, cuando pintaba el cuadro del “Espectro Divino”; con el cual se siente y se manifiesta con realidad, el final de la vida.

 

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